jueves, 22 de mayo de 2014

EINDHOVEN

El Real Madrid de la Quinta del Buitre fue eliminado en 1988 por el PSV

Miércoles 20 de abril de 1988. El Real Madrid se está jugando el pase a la Final de la Copa de Europa en el Philips Stadion del PSV Eindhoven. El marcador electrónico refleja el 0-0 con el que ha arrancado la contienda. La escuadra de Leo Beenhakker necesita un gol. Los holandeses habían arrancado un empate a uno del Santiago Bernabéu dos semanas antes y el empate a cero les daba el pase. Quedaba tiempo.

Los holandeses no habían ganado ninguno de los dos partidos de los cuartos de final frente al Girondins de Burdeos. El valor doble de los goles en campo contrario les había permitido superar la eliminatoria para llegar a la semifinal.

El Real Madrid, por su parte, estaba cuajando una Copa de Europa memorable. En primera ronda se había tenido que medir al campeón italiano, el Nápoles de Diego Armando Maradona. En Madrid, a puerta cerrada por sanción disciplinaria de la UEFA, habíamos ganado 2-0 con goles de Míchel y Tendillo y un histórico marcaje de Chendo a Maradona, al que no dejó tocar bola. En la vuelta, en Italia, empatamos 1-1.

En la siguiente ronda, octavos de final, el bombo nos emparejó con el Oporto, vigente Campeón de Europa. Y le eliminamos. 2-1 en un choque disputado, también por sanción, en Valencia. Y 1-2 ganamos también en Oporto, con una actuación memorable de Paco Llorente, que disputó aquel día su mejor partido de blanco, y los goles de Míchel.

Habíamos dejado en la cuneta al campeón. ¿Quién nos tocaba en siguiente ronda? Pues el subcampeón. El Bayern de Múnich. Primer partido en Alemania y, tras ir perdiendo 3-0, logramos un esperanzador 3-2 con los tantos de Butragueño y Hugo Sánchez. En Madrid, nos impusimos 2-0 con tantos de Jankovic y Míchel y dejamos apeados de la competición a los germanos.

Así las cosas, habiendo eliminado a los favoritos, el cruce frente al PSV Eindhoven parecía accesible para alcanzar la gran final, que aquel año se celebraba en la ciudad alemana de Stuttgart.

Pero había que marcar un gol para pasar. Los minutos corrían y el Real Madrid, que jugó un buen partido aquel día, no terminaba de ver puerta. Butragueño había fallado una clara ocasión delante del portero enviando alto el balón. El tiempo pasaba cada vez más rápido y los futbolistas del Madrid, que en aquel partido vestían de azul, se lanzaban al ataque a la desesperada. El conjunto holandés, que dirigía Guus Hiddink, acabó el partido encerrado completamente atrás y perdiendo todo el tiempo que podía, como es lógico.

Aún recuerdo una chilena de Hugo Sánchez a pase de Míchel, que no sé cómo paró el héroe de aquel día para el bando local, el portero Van Breukelen. Pero la paró. No hubo gol.

El árbitro, el suizo Bruno Galler, pitó el final nada más cumplirse el minuto 90, sin descontar absolutamente nada. 0-0. El Real Madrid caía eliminado en semifinales por segundo año consecutivo.

No sé por qué, no le di importancia a aquella eliminación. Era todavía un niño y, es posible que, el hecho de que hubiésemos sido eliminados sin haber perdido ninguno de los dos partidos con el PSV, no me transmitiera la sensación de fracaso. ¡Bah! ¡Ya lo volveríamos a intentar al año siguiente! Además, el fin de semana estaba cerca y volvía la Liga, donde no encontrábamos rival y encadenábamos victoria tras victoria.

Teníamos un equipo joven, con la Quinta del Buitre en plena ebullición... ¡Habría más oportunidades! Pero llegó el Milan de Sacchi, los rusos del Spartak de Moscú...

Los primeros años de la década de los noventa fueron muy duros, futbolísticamente hablando, para los seguidores del Real Madrid. Los ciclos empiezan y terminan. En 1990 ganamos la última de las cinco Ligas consecutivas y entramos en un lustro de turbulencias en el que los títulos escasearon y tocó ver la Copa de Europa sin el Real Madrid.

Fue entonces, siendo ya adolescente, cuando me di verdaderamente cuenta de lo que se nos había escapado en Eindhoven en el año 1988.

En el vestuario visitante del Philips Stadion los jugadores del Real Madrid fueron plenamente conscientes de que se había escapado una oportunidad única. Los rivales eliminados, el gran juego desplegado durante toda la competición... El conjunto blanco fue reconocido por la prensa especializada europea como el 'campeón moral' de aquella Copa de Europa. Pero eso no sirve absolutamente de nada. El equipo había sido eliminado y los futbolistas del Madrid lo sabían. Aquella noche, la caseta de los madridistas parecía un auténtico velatorio y algunos jugadores incluso lloraron.

Todo esto lo supe años después, a través de entrevistas, libros y biografías. En su momento, no percibí todo aquel 'drama deportivo'. Quizás fue lo mejor. La inocencia de los niños me blindó del mal sabor de boca que dejan las derrotas y las eliminaciones.

Al día siguiente de ganar la Séptima Copa de Europa, el 21 de mayo de 1998, mientras hablábamos en corrillo del partido antes de empezar las clases, un compañero, consciente de mi ya por aquel entonces incipiente afición a la historia y a la estadística sobre el fútbol, comentó que a mí lo que realmente me hubiera gustado es que esa Copa de Europa la hubiera ganado el Madrid de Butragueño, Míchel y Hugo Sánchez. Por supuesto, le di la razón. Estaba absolutamente feliz con aquella Champions que conquistamos, qué cosas tiene el destino, en Holanda. Pero no podía dejar de pensar en aquel equipazo de mi infancia que se quedó a las puertas de la gloria europea una noche de abril de 1988 en Eindhoven.

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