miércoles, 1 de julio de 2015

ESPAÑA EN EL MUNDIAL DE ITALIA

Repaso a la trayectoria de la Selección en la Copa del Mundo de 1990

Domingo 17 de junio de 1990. Minuto 80 del encuentro que enfrentaba a las selecciones de España y Corea del Sur. Balón centrado al área de los asiáticos y Roberto, de cabeza, baja el balón que acaba en los dominios de José Miguel González, Míchel, que se ha incorporado corriendo desde atrás. El jugador, con el dorsal 21 a la espalda, regatea a dos defensores coreanos ante la mirada de un tercero, encara a portería y suelta un latigazo con su pierna mala, la izquierda, para cruzar el balón al palo largo y anotar gol. Es el 1-3 para España y el tercer tanto en la cuenta particular de Míchel que celebra su 'hat trick' con rabia. Corrió hacia la banda y lanzó un grito que quedó para el recuerdo. ¡Me lo merezco!

Aquel gol de Míchel es el mejor recuerdo que conservo del Mundial de Italia. Pero detrás de aquella efusiva celebración había una historia no muy agradable que a mí, que era un crío, se me escapaba. Por aquella época el fútbol se ceñía estrictamente a los partidos. No seguía lo que había y lo que pasaba 'alrededor'. De haberlo seguido seguramente habría entendido por qué Míchel celebró con tanta saña sus tres goles a Corea del Sur. En aquel Mundial de Italia, en torno a la Selección, empecé a descubrir que pasaban 'cosas alrededor' de los equipos de fútbol.

Pero empecemos por el principio. Domingo 6 Mayo de 1990. Concluye un Campeonato de Liga que ya conocía el nombre de su campeón desde hacía un mes, cuando el Real Madrid certificó en Valladolid su quinto título de la regularidad consecutivo. Faltaba casi un mes exacto para que el balón comenzara a rodar en Italia. Tiempo más que suficiente para preparar la cita mundialista.

El lunes 7 de mayo, el seleccionador Luis Suárez hizo pública la lista de los 22 jugadores que, salvo baja de última hora, defenderían los colores de España en aquel Mundial. La lista estaba compuesta por Zubizarreta, Ablanedo y Ochotorena como porteros, Chendo, Jiménez, Andrinua, Sanchís, Quique Sánchez Flores, Alkorta, Gorriz y Hierro como defensas, Martín Vázquez, Fernando, Villarroya, Roberto, Bakero, Rafa Paz y Míchel como centrocampistas, Pardeza, Butragueño, Julio Salinas y Manolo como delanteros.

La sorpresa de última hora fue la inclusión de Rafa Alkorta, joven central del Athletic Club que aún no era internacional. Se cayeron de la lista Buyo, Luis Milla, que había desaparecido de las alineaciones del Barcelona desde el mes de abril por el contencioso que mantenía con Cruyff a causa de su no renovación, y Eusebio Sacristán.

Aquel 7 de mayo, por cierto, Rafael Martín Vázquez hizo público lo que hacía meses que se llevaba barruntando. Abandonaba el Real Madrid. Aún no se conocía el nombre del equipo en el que acabaría recalando, pero estaba claro que si dejaba el Madrid era para marcharse al Calcio. Digo que no se conocía el nombre del equipo... oficialmente. Todo apuntaba a que el destino estaba en Turín. Dedicaré una entrada exclusiva a la marcha de Martín Vázquez. En cualquier caso, recojo este apunte para ponernos en antecedentes.

Rumbo a Italia

El jueves 17 de mayo, la expedición española se trasladó a Italia, concretamente a la localidad de Tarvisio, donde iniciaría el periodo de aclimatación y preparación. En Italia, Luis Suárez se encontraba en su segunda casa. El Balón de Oro de 1960 jugó durante doce años en el Calcio con las camisetas del Inter de Milán y la Sampdoria.

Había optimismo de cara a aquel campeonato. Después de la decepción que había supuesto el Mundial celebrado en España en 1982, el combinado nacional había ido de menos a más. Con Miguel Muñoz como seleccionador España fue Subcampeona en la Eurocopa de 1984 y cuajó una gran actuación en el Mundial de México de 1986. Los penaltis nos privaron de acceder a las semifinales. Si bien es cierto que la Eurocopa del 88 había sido un paso atrás, Italia 90 era una nueva oportunidad para seguir la senda marcada en el 86. Había buenos jugadores y el nuevo seleccionador, Luis Suárez, había liderado una brillante Fase de Clasificación. ¿Qué más se podía pedir?

Yo entonces no lo sabía, pero las cosas empezaron a torcerse un poco ya durante aquella fase de preparación. España jugó un partido amistoso contra Yugoslavia... sí, contra Yugoslavia... Y ganó. 1-0 con gol de Butragueño tras jugada de Manolo. Tengo que reconocer que no me acuerdo absolutamente de nada de aquel partido que se jugó el 26 de mayo. Ni siquiera sé si se llegó a televisar. Casi seguro que ni lo vi. El caso es que, pese a la victoria, el nivel de juego no debió de ser muy boyante. Más bien lo contrario. Y empezaron a surgir críticas. Ni habíamos empezado a competir todavía... Faltaban tres semanas.

Durante aquellas tres semanas que transcurrieron hasta el debut oficial de España el ambiente se deterioró. Sobre todo en lo que respecta a las relaciones entre jugadores y prensa. Tras el amistoso frente a Yugoslavia y las pachangas que se realizaron frente a equipos locales de la zona las críticas fueron constantes y se centraron sobre todo en la defensa y en el centro del campo.

El viernes 8 de junio arrancaba el Mundial con el Argentina-Camerún, como recordaba ayer, pero España no jugaba su primer partido hasta el miércoles 13 de junio. Con la competición oficial ya en marcha y a la espera de aquel primer partido, el clima de tensión fue en aumento y es evidente que hubo ruptura total entre los componentes de la Selección y los periodistas. Repasando todo el material que tengo recopilado de aquellos días no hay ninguna duda de que las ruedas de prensa fueron muy tensas y que tanto el seleccionador Luis Suárez como varios de los jugadores más emblemáticos estaban ya en el punto de mira. En el caso del entrenador incluso habían salido a la palestra asuntos personales sobre supuestos tejemanejes con la empresa que había gestionado y organizado el lugar de concentración para el combinado español.

A mí, por supuesto, todas aquellas polémicas me quedaban muy lejos. Aunque muy pronto me empezarían a sonar. A mí lo que me interesaba era el fútbol. Los jugadores, el balón, el partido... Aquello era lo que a mí me gustaba. Los problemas que había 'alrededor' no eran de mi incumbencia. El primer rival para España era Uruguay. Aquello era lo importante. Que el balón empezase a rodar para los nuestros... Y el balón, por fin, empezó a rodar. Aunque no de la manera que nos hubiese gustado a todos.

Empate con Uruguay

La Selección no empezó con buen pie su andadura mundialista. Ni mucho menos. Tengo que reconocer que el partido de España fue muy malo. De aquel partido quedará para el recuerdo la indumentaria de los españoles, que jugaron con su clásica camiseta roja de Le Coq Sportif pero con pantalón y medias blancas. 

El partido se jugó a las 17.00 horas y se retransmitió por la Segunda Cadena de TVE, no se me olvida. Hoy resultaría casi imposible pensar que un encuentro de ese calibre no se emitiese por La Primera. Pero por aquella época, finales de los ochenta y principios de los noventa, los espacios deportivos eran un clásico de lo que hoy sería La Dos. Incluso recuerdo ver partidos del Real Madrid en Copa de Europa por la segunda cadena de TVE. La narración, como no, a cargo del inolvidable José Ángel de la Casa y en los comentarios dos de nuestras leyendas que, por desgracia, ya no están con nosotros: Juan Gómez 'Juanito', y Alfredo Di Stefano.

Lo peor no fue el empate en sí, que no era malo del todo. Lo peor fue que la imagen ofrecida por el equipo distaba mucho de ser la de una escuadra candidata al título. En el primer tiempo lo más peligroso que hicieron estuvo en un disparo cruzado de Butragueño que se marchó fuera. Los uruguayos, sin embargo, enviaron un balón al larguero. En el segundo tiempo los charrúas crearon mucho más peligro que los de Suárez. A lo largo de los noventa minutos Uruguay sacó cinco saques de esquina y España sólo uno.

Para colmo, Uruguay falló un penalti. En el minuto 72 Villarroya sacó bajo palos un espectacular cabezazo que ya era gol. Pero se ayudó con la mano para evitar el tanto y el colegiado señaló el punto fatídico. Rubén Sosa, al que habíamos visto en nuestra Liga defendiendo los colores del Zaragoza, colocó el balón y se dispuso a ejecutar la pena máxima. En ese momento, mi padre soltó un clásico comentario que repitió siempre cada vez que se disponían a tirarle un penalti a Zubizarreta: "Con la venia". 

Como seguidor del Barcelona, mi padre conocía perfectamente al meta vasco y sabía que los lanzamientos desde los once metros no eran su especialidad. "Con la venia" es una expresión jurídica que equivale a "con su permiso" y con la que se pide permiso para intervenir. "Con la venia, Señoría" sería la expresión completa. De esta forma, cuando un lanzador le iba a tirar un penalti a Zubi, con la Selección o con el Barcelona, mi padre decía con ironía lo de "con la venia", dando por hecho que el balón iba a entrar a gol y que el lanzador le pedía permiso a Zubizarreta para anotar.

Aquel era uno de los dos clásicos comentarios que le escuchaba a mi padre en los partidos. El otro era el de llamar "tragador" a Julio Salinas cuando fallaba una ocasión clara de gol con el Barcelona. Y claro, cuando jugaba con la Selección también se lo llamaba.

El caso es que Uruguay tenía un penalti a favor, Zubizarreta estaba bajo los palos y si el partido no tenía buena pinta podía ponerse aún peor con el 1-0 de los sudamericanos. Pero, para fortuna de los nuestros, ¡Rubén Sosa mandó el balón por encima del larguero! ¡Menudo salto pegamos en mi casa! Al final resultó que el penalti había sido el mal menor, puesto que, insisto, Villarroya sacó el balón bajo palos y era gol seguro.

Recuerdo que aquel fue el único momento de alegría de un partido en el que, por primera vez, recuerdo sentirme algo molesto por los comentarios de mi padre dirigidos hacia jugadores del Real Madrid. Aquel día, el "tragador" no era Julio Salinas si no Butragueño. Pero la peor parte se la llevaban Míchel y Martín Vázquez. Por supuesto no era la primera vez que veía a mi padre 'rajar' del Real Madrid o de jugadores blancos. Yo lo asumía como algo normal desde que era pequeño. Pero sí que recuerdo que en aquel Mundial de Italia 90 empezaron a dolerme ciertos comentarios y descalificaciones. Yo era un crío y para mí toda aquella generación de la Quinta del Buitre eran auténticos ídolos. Para mí el fútbol era un juego, una diversión, un entretenimiento...  Pero, en aquel verano de 1990, empecé a percibir que había... algo más alrededor del fútbol. Algo más...

Los comentarios de mi padre no eran nada en comparación con la que debió de caer después del partido. La prensa, enfrentada con el combinado ya desde antes del partido, no ahorró descalificativos después del encuentro. El partido fue malo y, honestamente, se mereció perder aquel día con Uruguay. El problema es que Luis Suárez y los jugadores se llevaron palos por todos los lados. Y algunos más que otros. Con Míchel se fue especialmente cruel. No voy a recitar los adjetivos que se le dedicaron desde varios medios de comunicación. Tengo un montón de recortes guardados. Lo más suave que se le llamó fue "jubilado" y lo más fuerte... Como por aquella época yo, por supuesto, aún no seguía la radio deportiva, no sé qué se les diría desde las ondas, pero me lo imagino. Especialmente por parte de cierto periodista radiofónico.

"Me lo merezco"

Con este panorama tan desalentador, la espera hasta el siguiente partido no debió ser agradable en el seno del equipo español. El siguiente rival nos lleva al partido con el que empecé la entrada. Cuatro días después del empate ante Uruguay, el domingo 17 de junio, España se medía a Corea del Sur. Prueba de que el empate no había sido malo era que un triunfo frente a los asiáticos le dejaba a España el pase a la siguiente ronda bastante encarrilado a falta de jugarse el partido contra Bélgica, el otro equipo del Grupo E. Aquel día, las cosas les salieron bien a los españoles. Sobre todo a uno, al más criticado tras el empate con Uruguay. José Miguel González Martín del Campo firmó su mejor actuación con la camiseta de España que vistió en 66 ocasiones

No sé por qué motivo, pero recuerdo que aquel partido lo vi yo solo en la habitación de mi cuarto. Parece que me veo allí sentado encima de la cama delante de un portátil Sanyo a color en el que disfruté viendo los goles de Míchel. ¡Los golazos, mejor dicho!

En el primero, anotado en el minuto 23, remató de volea y al palo contrario un centro desde la izquierda de Villarroya. España estaba jugando bien, pero en las postrimerías del primer tiempo Corea del Sur empató con otro golazo. Fue una falta sacada en corto con la que un coreano soltó un potente y espectacular disparo desde fuera del área que se coló por la escuadra de Zubizarreta. Ni idea de quién marcó. Sólo sé que no era Kim Joo Sung, Caballo Loco, la estrella de aquel equipo. No pasaba nada. En la segunda parte, y también a balón parado, Míchel se encargó de volver a poner por delante a España. El 21, también desde fuera del área, transformó un lanzamiento de falta directa que entró ajustado al palo de la portería rival. Otro golazo por la escuadra. Míchel, al igual que en el primer gol, celebró la consecución del tanto con muchísima vehemencia. Era el minuto 61. Y en el 80' llegó la célebre acción con la que abría la presente entrada. Tercer gol de Míchel y celebración que fue clara y nítidamente captada por los micrófonos ambiente durante la retransmisión en directo: ¡Me lo merezco! 

Aquel ¡Me lo merezco! era la particular revancha de Míchel hacia quienes le habían vilipendiado durante los últimos días. Es decir, casi todos. De ahí la rabia que soltó aquel día. Muchos, sin embargo, aprovecharon precisamente aquel gesto para seguir dándole palos, acusando al madridista de "chulo, prepotente"... Bueno, en realidad lo que siempre le llamaron sus detractores, que los tuvo muchos. Incluso en el Santiago Bernabéu, como se puso de manifiesto aquel día en el que abandonó el terreno de juego en pleno partido al acabar la Liga 1988-89.

Revancha con Bélgica

El triunfo frente a Corea del Sur supuso una tregua en el ambiente de la Selección. Para cerrar la primera fase había que jugar frente a Bélgica, el equipo que nos eliminó cuatro años antes en México. Si ganábamos éramos primeros de grupo. Y así fue. España se 'vengó' de lo del 86 y aunque los belgas seguían en la competición eran los de Luis Suárez los que pasaban como primeros de grupo. Un pase de Butragueño a Julio Salinas concluyó con penalti del meta belga Preudhomme sobre el delantero. La pena máxima la ejecutó Míchel, que anotaba su cuarto tanto del Mundial y se colaba entre los grandes goleadores de la cita. Poco duró la alegría ya que los belgas empataron casi de inmediato en un lanzamiento de falta que desvió ligeramente la barrera para que el balón cambiase de trayectoria y entrara a gol. Aún no se había alcanzado el ecuador del partido cuando España volvió a adelantarse. Míchel sacó un lanzamiento de falta cerca del banderín del córner y el defensa realista Alberto Gorriz cabeceó a la red anotando el 2-1 que reflejaba el marcador al descanso.

En el segundo tiempo Bélgica trató de apretar aunque los de Suárez jugaron aquel día un partido muy serio. Aún así, Genar Andrinua cometió un penalti que le daba a los belgas la oportunidad de empatar. Una vez más, mi padre, con el que sí que vi aquel día el partido, pronunció su célebre "con la venia". Y, de nuevo, la fortuna se puso de nuestro lado a la hora del lanzamiento de castigo. Rubén Sosa había mandado el balón alto por encima del travesaño y Scifo lo estrelló en el larguero. El 2-1 seguía vigente en el marcador de un partido en cuya segunda mitad tuvimos ocasiones para haber ampliado la renta. Sobre todo en las botas de Julio Salinas. Aquel día, por tanto, mi padre pudo utilizar su otra muletilla preferida. "¡Pero qué tragador!", se desesperaba mi progenitor.

Este partido frente a Bélgica del jueves 21 de junio de 1990 pasó a la historia por un curioso dato. En el minuto 88 Miguel Pardeza saltó al terreno de juego en sustitución de Julio Salinas. Aquel fue el único partido de la Selección jugado por los cinco integrantes de la Quinta del Buitre. Sin embargo, Butragueño había abandonado el terreno de juego en el minuto 82, por los que los cinco canteranos madridistas no llegaron a coincidir todos juntos sobre el césped, algo que hubiera redondeado la anécdota.

Después de tantas críticas y tantos palos resultó que el equipo había ido de menos a más y se había clasificado para los octavos de final como primero de grupo. El rival sería Yugoslavia, que había sido segunda del Grupo D. El partido se disputaría el martes 26 de junio.

Yugoslavia y a casa

El encuentro frente a Yugoslavia lo recuerdo con tristeza. Frente a Uruguay habíamos jugado mal. Pero ante Yugoslavia jugamos muy bien. De verdad, recuerdo que fue un partido con muchas oportunidades de gol. Lo malo es que aquel día mi padre pronunció lo de "tragador" demasiadas veces y no sólo por Julio Salinas. Aquella ya no era una fase de grupos. Eran los octavos de final. El que perdía se marchaba a casa. Al descanso nos fuimos con 0-0.

En la segunda parte el guion seguía los mismos pasos. España ponía el fútbol, llegaba... pero no finalizaba. Butragueño envió un cabezazo al poste y tanto Míchel como Martín Vázquez estuvieron especialmente activos. Sobre todo el segundo. Aquel día Rafa hizo un gran encuentro. Recuerdo especialmente una jugada en la que dribló a tres defensas yugoslavos y lanzó un fuerte disparo que se marchó desviado al lateral de la red. Si llega a entrar...

Y claro, tanto perdonar... ya se sabe lo que pasa. En el minuto 78, Dragan Stojkovic anotó el primer gol del partido en una de las pocas llegadas que protagonizaron los yugoslavos. Qué injusticia. No lo merecían. Pero el fútbol era así. A falta de doce minutos para el final estábamos fuera del Mundial. España lo siguió intentando y en casa reclamamos un penalti sobre Salinas que el árbitro no concedió. Y en el minuto 83, por fin, España vio puerta. Míchel envió un pase al área que recibió Martín Vázquez. El madrileño centró raso al área pequeña y allí llegó Julio Salinas para empujar el balón al fondo de las mallas. Mi padre y yo gritamos de alegría con el empate. En unos minutos pasamos de estar eliminados a forzar, al menos la prórroga. Seguíamos con vida.

Sin embargo, a los dos minutos de iniciarse el tiempo extra, Yugoslavia anotó su segundo gol. De nuevo Dragan Stojkovic fue el ejecutor al transformar magistralmente un lanzamiento de falta directa que se coló por la escuadra de la portería de Zubizarreta. Nuevamente teníamos polémica con Míchel, puesto que en aquel lanzamiento a balón parado el madridista formaba parte de la barrera y movió la cabeza pasando el esférico a su lado. Se le acusó de apartarse para que la pelota no le golpease en la cara y se le culpó de la derrota.


El cansancio y el cronómetro pasaron a jugar en nuestra contra en un partido que, por justicia, habíamos merecido ganar de manera clara durante el tiempo reglamentario. Pero el fútbol tiene estas cosas. Se trata de hacer goles y los yugoslavos hicieron uno más que nosotros. Uno gana y el otro pierde. Los yugoslavos pasaban a cuartos de final, donde se medirían a la Argentina de Maradona. Y a España... le tocaba hacer las maletas. A casa...

Epílogo

Aquel partido frente a Yugoslavia fue muy significativo para mí. Me dolieron mucho los comentarios de mi padre hacia Míchel, Martín Vázquez, Butragueño... Aquel día, por primera vez, recuerdo que constaté algo extraño... Pese a que todos apoyábamos a la Selección, los clubes de procedencia de los futbolistas pesaban a la hora de verter críticas y señalar culpables. Así pues, para mi padre era muy fácil atizar a los madridistas, que salieron muy tocados del Mundial de Italia. Y todo por caer eliminados en un partido en el que ni por asomo merecimos perder.

Pero aquello no se tuvo en cuenta. Las críticas fueron feroces de nuevo, como tras el encuentro frente a Uruguay pero con el añadido de que la derrota frente a Yugoslavia había significado la eliminación. A Luis Suárez le llovieron los palos desde la prensa y se puso en entredicho su capacidad para dirigir al combinado nacional. Los jugadores recibieron también su parte, focalizándose la ira sobre los componentes de la Quinta del Buitre. Se les trató de fracasados, así de simple.

Sé que no soy nada objetivo en lo que voy a manifestar, lo sé. Pero tengo que escribirlo tal y como lo pienso: Creo que había mucha gente esperando la caída de España con los cuchillos afilados. Había muchas cuentas pendientes con aquellos jugadores y aquellos tropiezos, como los que sufrimos en el Real Madrid en Copa de Europa, fueron aprovechados por quienes querían ajustar cuentas con Butragueño, Míchel, Sanchís, Martín Vázquez y compañía.

Ninguno de ellos volvió a jugar una gran cita con la Selección. Luis Suárez siguió en el cargo a duras penas pero fue relevado por Vicente Miera un año más tarde, en 1991. Fueron tiempos muy convulsos para un equipo nacional que no llegó ni a clasificarse para la Eurocopa de 1992.

En Italia las cosas acabaron francamente mal. Entonces no me enteré, pero tiempo después, recolectando material de la época para mi archivo, descubrí que el regreso de la expedición española a Madrid desde Italia fue absolutamente bochornoso. En el aeropuerto de Barajas había gente esperando a los jugadores, que fueron increpados con insultos de grueso calibre que no me da la gana reproducir aquí. Martín Vázquez, que ya había vivido un calvario en sus últimos meses en el Madrid a causa del tema de las negociaciones de su renovación, tuvo que escuchar de todo. "Pesetero" fue lo más suave que le dedicaron. Con el seleccionador fueron igual de duros. Tan duros como se estaba siendo desde unos medios de comunicación que ya por aquel entonces parecían no tener interés en trasladar a la opinión pública la idea de que esto era un deporte. Seguramente había cosas más importantes que quedar eliminados de un Mundial de fútbol. Pero aquella eliminación no fue encajada con naturalidad.

Con España fuera, no me quedó más remedio que seguir a Camerún. Pero los africanos, revelación del torneo, como señalaba ayer, cayeron en cuartos frente a Inglaterra. Los ingleses, a su vez, cayeron con los alemanes. Y es que, como dijo Gary Lineker, "el fútbol es un juego simple: veintidós hombres corren detrás de un balón durante 90 minutos y al final los alemanes siempre ganan".

Y así fue. Alemania salió vencedora de aquel Mundial de hace ahora veinticinco años. Mi primer Mundial en directo. Un Mundial que, pese a los reveses que padecieron los nuestros, siempre recordaré por los cameruneses y por los goles de Míchel a Corea del Sur. Se lo merecía.

1 comentario:

  1. gran articulo,para mi italia 90 es mi mundial favorito junto con el de mexico 86 y mis idolos eran michel y butragueño

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